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Zarina Estrada, una lingüista apasionada


Por Janneth Aldecoa

Guaymas, Sonora. 18 de abril de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Una infancia feliz es una casa con un amplio patio que recorrer, para después brincar hacia un canal de riego que transita coloridos campos algodonales y cultivos de verduras. Un mundo de libertad. Así describe Zarina Estrada Fernández sus primeros años de vida en Ciudad Juárez, Chihuahua.

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La doctora en lingüística por el Departamento de Lingüística de la Universidad de Arizona, Estados Unidos, se encuentra adscrita a la Universidad de Sonora (Unison). Pertenece al nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y recientemente logró su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua (AML).

En un recorrido por el pasado, recuerda una niñez feliz, aunque con ciertas reglas, y un alto sentido de responsabilidad. Pero es desde esa época cuando ya reflejaba un carácter crítico, que cuestionaba siempre el porqué de cada decisión o regaño.

“Cuando llegué a preguntar a mi padre el porqué me daban a mí más responsabilidades, me señaló: ‘Es que tú respondías’. Fue entonces cuando comencé a sentirme orgullosa de poder hacer las cosas. Creo que ese factor me definió como persona, como alguien que podía participar propositivamente, compararme, contrastarme y exigirme a mí misma emprender y llevar a término iniciativas o actividades”.

En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, recordó que se caracterizaba por su disciplina, sentido de la responsabilidad, su capacidad de observación y de reflexión crítica.

Dra.-Zarina-Estrada-Fernandez.jpg“No era la típica estudiante que saca diez. Cuando ejercitas una forma de pensar, a veces hay ciertos procedimientos escolares que coartan tu libertad y no son los idóneos para tu personalidad y forma de aprender”.

Creció rodeada de libros, pues su padre, un médico interesado en la cultura general, contaba con un amplio acervo de obras de política, geografía, historia, literatura y medicina. Ella, al haber asistido a colegios religiosos, se inclinó hacia la literatura.

“Curiosamente era un bachillerato de humanidades, donde me daban también problemas económicos y sociales de México, latín y griego”.

Estudió un año de lectura rápida en inglés, después acudió a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En el primer grado de literatura se sintió impactada por la asignatura historia de la lengua. Ahí comenzaría a trazar su dirección hacia el lenguaje, aunado a materias como filosofía, historia de la cultura, literatura medieval, literatura española, mexicana e hispanoamericana.

“Yo era lo que actualmente se conoce como nerd, pero no me daba cuenta. Le prestaba demasiada atención a los libros, subrayaba con regla fragmentos que quería destacar del texto. Me aburría andar paseando de un lado a otro en una calle de Ciudad Juárez (su ciudad natal en Chihuahua), para ver pasar muchachos y muchachas. Me aburría, y me quedaba en casa leyendo libros o escuchando música. Creo que sí era nerd”, sonríe.

Una vez en el doctorado, mientras se encontraba como ayudante de investigación dirigida por un jesuita en uno de los departamentos de la Universidad de Arizona, escuchó de su mentor una frase que le permitió analizarse en retrospectiva.

“Dijo: 'Ambiciosos del conocimiento hay muy pocos'. Por lo que pensé que quizá podría clasificarme en ese grupo. Tuve una cierta ambición de conocimiento porque leía obras de diferente temática y trataba de enterarme de todo”.

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Acercamiento a las lenguas indígenas

Después de haber estudiado latín en la preparatoria, en El Paso, Texas, así como francés y alemán en la UNAM; tuvo la oportunidad de llevar un curso de náhuatl clásico, impartido por el doctor Leonardo Manríquez. A partir de entonces descubriría su vocación.

“Tuve además algunas experiencias al visitar varias comunidades indígenas: cuando cursaba la preparatoria, un poblado de Hidalgo, donde se hablaba náhuatl; ya en la universidad visité Chilapa, Guerrero. En esas experiencias me impresionó mucho el mundo contrastante de lo que vivía, como muchacha citadina frente al mundo indígena, me sorprendió mucho”.

En 1973 llegó a Sonora, acompañada para entonces de su pequeña hija. Su propósito era dar clases de lingüística, pero le fueron designadas solo asignaturas de literatura. Más tarde impartiría lingüística y comenzaría a impulsar el área de investigación en esa disciplina.

“Quien nos ayudó a consolidar el plan de estudios fue el doctor Luis Fernando Lara Ramos, de El Colegio de México. Él dijo: 'Si abren lingüística, tienen que hacer investigación'”.

Rescate de la lengua pima bajo

Arribó en 1986 a la Universidad de Arizona para estudiar el doctorado. Se fue con la intención de estudiar tipología lingüística. “No recuerdo cómo localicé esto en la discusión académica”.

Previo a eso, en 1980, habría tomado una clase de tipología con un profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en uno de los cursos de verano que bianualmente organiza la Sociedad Lingüística de Estados Unidos.

“El curso que el doctor Kenneth Hale ofreció en ese entonces fue sobre tipología de lenguas aborígenes de Australia, aunque también ilustró datos de pápago (hoy Tohono O’odham). Además, contaba con experiencia de haber hecho trabajo de campo en la lengua pima bajo, en Sonora. El doctor se acercó a otra profesora y a mí y nos pidió que estudiáramos esa lengua porque se está dejando de hablar, estaba muriendo”.

En su investigación se adentraría entonces en el estudio de las lenguas menos estudiadas. Durante más de 25 siglos, el modelo de la gramática era el griego y el latín, y después seguirían las lenguas de los estados modernos europeos, como el español, italiano, francés, alemán y ruso. Sin embargo, lamentó que un gran número de idiomas que se hablan en el mundo no han sido estudiados.

“Cuando los lingüistas advierten que, en términos de lenguas, son mucho más las que desconocemos que las conocidas, se abre una puerta de investigación. Esto ha sido retomado por la orientación disciplinaria que se conoce como tipología lingüística, cuyo principal interés es conocer la diversidad de las lenguas del mundo”.

Señaló que en estados como Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León, las lenguas indígenas desaparecieron. Sin embargo, hacia el noroeste de México todavía había pueblos que conservaban sus lenguas.

“En esa época casi los únicos que las habían medio explorado eran investigadores de Estados Unidos”.

Su esfuerzo por continuar el estudio de esas lenguas indígenas, en diálogo con investigadores norteamericanos, sería el mérito por el que Estrada Fernández recibiría el reconocimiento de miembro honorífico, en 2006, por parte de la Sociedad Lingüística de América.

“Para cuando me dieron el reconocimiento ya había varios latinos, pero no mexicanos. Con esa distinción, se reconocía mi interés por obtener un doctorado en ese país, pero sobre todo porque a partir de ello impulsé el establecimiento de vínculos con académicos lingüistas de diferentes instituciones de los Estados Unidos”.

Ingresa a la academia

300La-doctora-Zarina-Estrada-logró-su-ingreso-a-la-Academia-Mexicana-de-la-Lengu.jpgLa doctora Zarina Estrada logró su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua.Recientemente, la doctora Zarina Estrada Fernández logró su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua. Para ella se trata de un logro inesperado.

“Mi trabajo se encuentra más enfocado en las lenguas indígenas. Es un honor estar ahí, un motivo de reflexión. Me nombraron por algo, entonces tengo la responsabilidad de contribuir con mi experiencia”.

Considera que su participación como miembro correspondiente de la AML sería reflexionar sobre el puente que media entre el español y las lenguas indígenas y seguramente también en las características del español de la región noroeste de México. Comentó que hay aspectos que casi nadie se ha detenido a investigar, como es el español que hablan los indígenas, o la manera en que las lenguas originarias influyen en el español mexicano y mundial.

“La lingüística avanza como toda disciplina. Sus perspectivas se van modelando y modificando. En los años 70, no se hablaba mucho de lo que sucede cuando poblaciones hablantes de diferentes lenguas entran en contacto. Por ejemplo, la zona de frontera de Estados Unidos de hablantes de inglés con los de México, como hablantes de español, da lugar al estudio del chicano, una variedad de habla resultado de estas dos lenguas”.

Y afirma que aún en la actualidad casi nadie se detiene a pensar de qué manera impactaron las lenguas indígenas al español mexicano más allá del nivel del vocabulario.

“Algunas veces se piensa que esto solamente se puede observar en el léxico, y que esas lenguas no influyeron en otras áreas del lenguaje, pero desafortunadamente no hay muchos estudios de mayor sistematización. Creo que puedo contribuir a dar una opinión sobre eso”.

 

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