logo

¿Cómo impacta la cacería en Chiapas?

Por Alejandro Montaño

San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. 14 de marzo de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- La cacería de subsistencia y el aprovechamiento de fauna silvestre es una práctica ancestral muy extendida aún en algunos ecosistemas megadiversos del estado de Chiapas, pero contrario a lo que mucha gente piensa, esta actividad, si se realiza de manera moderada, lejos de perjudicar los ecosistemas, ayuda a mantenerlos en equilibrio, asegura el etnobiólogo del Departamento de Conservación de la Biodiversidad de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) Eduardo Jorge Naranjo Piñera, en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt.

México se encuentra dentro del grupo de los países con un alto grado de biodiversidad, así como una gran variedad de culturas y pueblos originarios. A este círculo se suman, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma): India, Indonesia, Australia, República Democrática del Congo (antes Zaire) y Brasil.

Chiapas es, en ese sentido, un estado megadiverso, y es campo de trabajo de antropólogos, biólogos y la mezcla de ambos, como Naranjo Piñera, investigador de la Unidad San Cristóbal de Las Casas de Ecosur, quien desde hace casi 30 años ha estudiado el uso, manejo y conservación de la fauna silvestre en la Selva Lacandona y otras regiones de Chiapas.

Cacería de subsistencia 

En los últimos 15 años, Naranjo se ha dado a la tarea de averiguar, junto con otros investigadores y estudiantes de posgrado, cuál era el impacto de una actividad como la cacería de especies silvestres dentro de ecosistemas megadiversos de Chiapas.

“Mi enfoque más importante ha sido la evaluación de los usos de la fauna silvestre y el impacto que tiene este uso sobre las especies animales, las condiciones en las que se encuentran estas poblaciones animales como resultado del uso humano y las implicaciones que tiene concretamente la cacería, en varias regiones, principalmente la Selva Lacandona, la Reserva de Montes Azules y comunidades vecinas”.

En todo México, las comunidades rurales han extraído fauna silvestre durante siglos. Los aztecas y los mayas, por ejemplo, empleaban numerosos vertebrados como proveedores de carne, pieles, plumas, huesos, grasa y aceites, pigmentos, productos medicinales y otros materiales consumidos localmente o intercambiados por otros bienes. Sin embargo, el impacto real del uso de la fauna sobre las poblaciones silvestres apenas comienza a documentarse en México.

Práctica cultural

nina lacandona pielEl etnobiólogo ha encontrado un uso mucho más intenso, diverso y más rico, por parte de las poblaciones más pobres; las familias con mayores necesidades económicas son las que tienen un mayor uso de esta fauna silvestre.

En estas condiciones no puede hablarse de caza deportiva o recreativa, aun cuando la cacería también conlleva una práctica social y cultural con muchas conexiones, transmisión de conocimientos, ritos de paso y tradiciones entre las comunidades indígenas y mestizas. Naranjo precisa: “La mayor parte de la caza que se realiza en Chiapas, y en gran parte del sureste, es cacería de subsistencia, es una práctica que el cazador o el campesino realiza para satisfacer una necesidad de alimento o para complementar su dieta con más proteína de buena calidad.

El investigador ha documentado que en la última década, en los bosques tropicales de la región, se utilizan más de 60 especies de mamíferos, aves y reptiles silvestres, sin olvidar plantas e insectos.

“Pero la caza también es una práctica cultural, es decir, hay involucradas muchas creencias, tradiciones, conocimientos, asociados a la práctica de la cacería. En comunidades indígenas, tienen un conocimiento previo, que viene de sus padres, de sus abuelos, acerca de las técnicas para capturarlos, de los múltiples usos de los animales y de las implicaciones que tiene esa cacería, es decir, los riesgos, los problemas y las consecuencias a los que se enfrentaría la persona al cazar determinados animales, desde el punto de vista de su identidad, de su visión, como personaje cultural”.

Animales prohibidos

Entre las comunidades se tiene el conocimiento de que hay ciertos animales que está prohibido cazar, por alguna razón, que van desde implicaciones de tipo espiritual, religioso, o por cuestiones de tipo cultural, o bien por fines más prácticos, como la abundancia, hay animales que son muy escasos, muy difíciles de conseguir, entonces el esfuerzo para cazar uno de ellos es tan grande que no vale la pena intentarlo.

“Se trata del cazador experimentado, el que aprendió de sus padres, que tiene todo un cuerpo de conocimientos empíricos relacionados con la cacería, y que no depende totalmente de ella sino que lo hace para complementar su dieta o para controlar daños, o incluso por gusto”.

Pero en las comunidades indígenas, culturalmente tienen resistencia a cazar ciertos animales, que consideran sagrados o muy útiles para su vida, de manera que ellos saben que no hay que cazarlos, entre ellos está el jaguar, para los lacandones, quienes desde mucho antes practicaban la cacería, de manera tradicional, planificada y controlada, y sabían que el jaguar era un animal prohibido, porque este felino representa muchos valores en su cultura, que tienen que ver con la fuerza, con la habilidad, la valentía; desde los tiempos antiguos se consideran sagrados, en un nivel superior a otros, y por eso evitaban cazarlo, asegura Naranjo.

Control de daños

Países megadiversos

Cerca de 80 por ciento de la biodiversidad mundial se localiza en 12 países megadiversos, entre ellos México.
En el país habitan 564 especies silvestres, aproximadamente 13 por ciento de la variedad en el planeta; de ellas, 157 son endémicas.
A su vez, en nuestro país existen 68 lenguas vivas, con más de 100 variables dialectales (12 de ellas, en Chiapas).
México es la cuarta nación mundial en cuanto a diversidad de especies y la tercera en mamíferos.


Fuentes: "México ocupa tercer lugar mundial en diversidad de mamíferos". Suplemento Biodiversidad de México, de la Revista Mexicana de Biodiversidad. Instituto de Biología de la UNAM, 2014.
Capital Natural de México. Síntesis. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), 2009.

 

 

Para Naranjo, la cacería tiene también otra dimensión muy interesante, que tiene que ver con aquellos animales que la gente caza para controlar los daños en sus cultivos y en sus animales domésticos.

Por ejemplo, los felinos, el jaguar, el ocelote, el tigrillo, el puma y otros carnívoros como el coyote o la zorra gris son depredadores naturales, que si se encuentran con una presa mucho más fácil de cazar que otra, van a aprovecharla, porque energéticamente es mucho más redituable para el depredador cazar la presa más fácil, ya que para un jaguar o un puma es cien veces más fácil cazar un borrego que está cautivo en un corral, que un venado, un pecarí, un jabalí, un tapir o incluso un tepezcuintle, que son animales rápidos, ágiles, que están libres y se esconden o se defienden.

En zonas como la Selva Lacandona, que se ha presentado en años recientes una ganaderización acelerada, esta actividad es una de las causas más importantes del deterioro de la flora y la fauna silvestres.

“En el avance de la ganadería extensiva, la gente desmonta muchas hectáreas de selva, siembra pastos y los mantiene por muchos años, y al poco tiempo vuelve a desmontar, entonces esa pérdida gradual de selva significa un riesgo muy grave para muchos animales silvestres, como los grandes mamíferos, que son los que requieren más espacio, en un área muy fragmentada, en terrenos que tienen una dominancia de cultivos como maíz, frijol, chile, o pastizales muy amplios, con fragmentos aislados de selva, esos espacios se van convirtiendo en un hábitat de baja calidad, que no puede sostener a esas especies grandes y son las primeras en desaparecer”.

En las Reservas de Biosfera, como la de Montes Azules, El Triunfo, La Sepultura o Lacantún, existen comunidades indígenas, algunas muy aisladas, que se asentaron en esos territorios antes del decreto gubernamental que dio origen a las reservas, y aún mantienen prácticas tradicionales de caza.

Sin embargo, estas prácticas están cambiando muy rápidamente entre las comunidades de Chiapas, Naranjo abunda al respecto: “Conforme los jóvenes se van involucrando cada vez más con las nuevas tecnologías, los celulares, las computadoras, el Internet, y se van integrando a actividades económicas muy diferentes a sus prácticas tradicionales, ya no la agricultura, la recolección de plantas, la cacería o la pesca, sino actividades como empresas turísticas o servicios de transporte, o el comercio, tienen ahora otros intereses. Su mentalidad va cambiando y, aunque mantienen lazos culturales, en realidad esta interacción con plantas y animales va disminuyendo, y actualmente el conocimiento y la práctica de la cacería es también notablemente inferior en las nuevas generaciones, en comparación con la que tenían sus abuelos hace 30 o 50 años, y esto tiene implicaciones en los animales silvestres”.

Aunque en apariencia esto podría considerarse positivo desde el punto de vista de los conservacionistas, porque existe menos presión contra las especies nativas, en realidad, para Naranjo, al haber menos interacción también se genera menor interés por conservar, porque los animales que antes eran apreciados y cazados dejan de ser útiles, y la cantidad de tiempo que las comunidades invertían para tratar de conservarlos ahora es menor, además de que los conocimientos se van perdiendo y no se transmiten de una generación a otra, junto con el respeto por la naturaleza y, por tanto, la depredación es mayor.

Biodiversidad y diversidad cultural

Reserva de la biosfera Fecha de decreto
Montes Azules 12 de enero, 1987
El Triunfo 13 de marzo, 1990
Lacantún 21 de agosto, 1992
La Encrucijada 6 de junio, 1995
La Sepultura 6 de junio, 1995
Selva El Ocote 27 de noviembre, 2000
Volcán Tacaná 28 de enero, 2003
   
   

Esto tiene mucho que ver con la relación entre la biodiversidad y la diversidad cultural. El investigador sostiene que, más allá de visiones románticas e idílicas que se suelen tener acerca de los pueblos indígenas y su relación con la madre naturaleza, existen evidencias científicas acerca de esta relación estrecha entre una y otra.

“Claro que existe una correspondencia. Cuando vemos un mapa de la diversidad de algún grupo de fauna o flora en Chiapas, y lo traslapamos con un mapa de la densidad de población indígena, nos encontramos una gran coincidencia: en general, los territorios indígenas se asentaron en lugares muy ricos biológicamente, donde se mantiene una gran variedad de especies de plantas y animales, y hasta la fecha muchas de las áreas biológicamente más ricas siguen densamente pobladas".

El caso de los tzeltales, según cuenta Naranjo, es muy interesante: es el pueblo más numeroso de Chiapas, ellos tradicionalmente eran agricultores, también recolectaban, pescaban, cazaban, pero a partir de las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado, es cuando comienza a darse la ganadería extensiva en la Selva Lacandona.

“Los humanos somos depredadores, somos bastante agresivos, y pensar que podemos vivir en perfecta armonía con la naturaleza y los animales es un sueño romántico. En realidad, siempre causamos un impacto, que puede ser muy negativo sobre los ecosistemas cuando no se tienen controles por parte de la misma gente, eso puede traer extinciones locales y más pobreza, pero hay grupos de personas organizadas, con conocimiento del uso de los recursos a su alrededor, que han desarrollado estrategias de autorregulación y tienen la voluntad de utilizar sus recursos naturales con moderación, de esa manera, no es raro encontrar que asentamientos que tienen 40, 50 años, siguen presentes todas, o casi todas, las especies que estaban originalmente, ahí están, no se han perdido”, concluye Eduardo Naranjo Piñera.

 

image icon01Descargar imágenes.

pdf iconVer texto en pdf.

 

Licencia de Creative Commons
Esta obra cuyo autor es Agencia Informativa Conacyt está bajo una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons.

 



Agencia Informativa Conacyt

 

Algunos derechos reservados 2015 ®
Ciencia MX
Conoce nuestras políticas de privacidad
logotipo

México, CDMX


 

Search Mobile